A veces le pregunto a mis hijas pequeñas, ¿cuanto me amas Isabella?, ella me dice "cinco" ¿y vos Abi?, dice "hasta el cielo" y si le preguntaramos a Dios, ¿Señor cuánto me amas?, su respuesta quizás sería "te amo hasta el dolor, el sacrificio, el dolor de haber dado a mi hijo por ti".
Me causa una enorme gratitud saber que Dios me ama de una forma tan sacrificada, me hizo, me pensó antes de nacer, solo por amor, yo no hice nada para merecer su amor, no gané su amor con buenas notas o buena conducta, sencillamente El me amo porque El es amor. El amor que El nos ha mostrado es el amor que espera que tengamos por los demás, por nuestro esposo, por el vecino, por el hermano, por el difícil, por el del taxi que se nos cruzó, por el maestro complicado con el que hay que tratar, por el que piensa diferente a nosotros, por todo el que es nuestro prójimo.
Comencemos por casa, las casadas sabrán que el matrimonio puede tener etapas difíciles, en las que algunos tiran la toalla. De hecho muchos no llegan ni al primer año de matrimonio, pues como bien lo dice Hollywood hay diferencias irreconciliables. Sencillamente nadie quiere pasar por el dolor, cuando algo empieza a dolerle sencillamente se da vuelta a la página y se pasa a otra nueva.
Vivimos en una sociedad de lo desechable. Usas el plato, el vaso y luego cuando se piensa que no se sirve se bota. Igual ha sucedido con el matrimonio, las parejas se casan, disfrutan de la pasión y cuando vienen las dificultades y toca sufrir entonces se descarta, se desecha y a buscar otra cosa que hacer.
Esto para algunos podría tener muchos nombres, "aburrimiento", "intolerancia" y muchos calificativos más, pero la verdad es que esto no es mas que falta de amor, pero no de ese amor tan ligero que hemos aprendido, es falta del amor que todo lo sufre, todo lo espera, todo lo soporta y que nunca deja de ser. Es ese amor que es bueno, que no se jacta si no que camina a la par hasta al final.
Ese es el amor que duele.
Mujeres podrán pensar que es duro estar a la par de hombres complicados, que incluso les han sido infieles. Pero el amor de Dios por nosotros no fue un amor que mereciéramos, solo decidió amarnos. Este amor es imposible alejados de la fuente de ese amor. Quien desea lograr tener un matrimonio que perdure en el tiempo y que logre la felicidad aún en medio de las dificultades, debe estar dispuesto a amar hasta el dolor, pero también a buscar a Dios con todo su corazón, alma y fuerzas.
La invitación del Señor: Deja que te guíe mi palabra, tengo mi reino de regalo, salvación, gracia, gloria y vida eterna, solo déja que te guíe mi palabra. Amadas, las batallas se ganan en oración, de rodillas, clamando y obedeciendo al que Todo lo puede, no hay nada imposible para Dios, El es el Gran Yo Soy y quiere cargarnos en nuestras dificultades, si su carga es pesada, es tiempo que deje que el Señor sea el que la lleve.
Dios le bendiga
Les invito a dejarnos sus comentarios en el blog
ResponderEliminar